Un grupo de niños quedó atrapado en una escuela que se había prendido en llamas. Pocos lograron salir antes que el fuego cubriera por completo el edificio. Los niños, que estaban en el tercer piso del edificio, se encontraban asustados y atemorizados por la situación, decidieron buscar las ventanas como auxilio ante las llamas y el humo, a espera que los bomberos llegaran a tiempo.
El fuego avanzaba demasiado rápido y los bomberos no aparecían. Entonces un hombre alto y fuerte, al saber que uno de sus hijos estaba entre los atrapados decidió hacer algo. Se acercó lo más que pudo al edificio y pidió a los niños que saltaran uno a uno, que él los atraparía en sus brazos, pues no había otra forma de llegar hasta ellos. Los niños, con mucho valor comenzaron a saltar. El plan estaba funcionando muy bien, pero el último de los niños, atemorizado por la altura, se negó a saltar. Se trataba precisamente del hijo de aquel hombre. El padre, desesperado le gritaba que saltara, que nada le iba a pasar. El niño tenía dudas y no se decidía a saltar, pronto el fuego avanzó más, pero el pequeño no logró vencer el miedo y tristemente falleció entre las llamas. El temor que inundó su corazón le costó la vida. El dolor que sintió aquel padre es indescriptible.
…el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. 1 Timoteo 2:4
De la misma manera, nosotros estamos en un mundo prendido en llamas y pronto la destrucción abrasará por completo a esta tierra. Dios, como un padre amante, nos llama a saltar sin miedo hacia sus brazos de amor, para salvarnos de la muerte eterna. Pero al igual que el niño de la historia, muchas personas viven en la incertidumbre, el temor y la indecisión.
A menudo, la gente se preocupa por el qué dirán, y de esa forma se niegan a aceptar a Dios. Temen por las burlas, el rechazo o adquirir un compromiso que les obligue a dejar la falsa comodidad, los lujos o el pecado que hay en sus vidas.
Te pido hoy, que mires a tu alrededor, el mundo está colapsando y no hay más tiempo que perder. Dios te sigue esperando, deja de lado todo aquello que te impide entregarte a él y déjate caer en sus brazos, antes que sea demasiado tarde.
¿Aceptas el reto?
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